El colectivo se ha ido entretejiendo con una serie de procesos y territorios a lo largo del suroccidente colombiano, entre mayoras y mayores de los pueblos originarios: misak, nasa, yanakuna y campesino. Caminamos desde hace seis años (2017-2022) en y para el Cauca profundo, en Colombia. El territorio es madre de las resistencias indígenas y campesinas más fuertes del país, víctima del racismo y la exclusión y sede de los conflictos armados de mediados del siglo pasado y lo que llevamos del actual. El centro de este proceso es la autonomía estética, cultural e integral como sanación de la herida colonial individual, colectiva y territorial, generada por las relaciones de dependencia y sometimiento cultural que, a la colonia, la república y la globalización ha impuesto sobre esta región del planeta, que, seguidamente es el “otro” el que consolida la sanación que hemos acompañado. Hemos aprendido que es cada pueblo y cada territorio quien logra la percepción de su vigencia cultural local-propia, su práctica de sí mismo es lo que contribuye a contrarrestar las prácticas no indígenas, capitalismo, verticalidad política, jerarquías epistémicas y el objetivar al mundo, a los seres y al humano.