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Óscar Pérez

Inírida, Guainía, Colombia, 1987

Oscar Pérez es artista empírico de la etnia puinave, originario de Barrancominas, Guainía. A sus 7 años empezó a dibujar y a pintar lo que veía. Primero, desarrolló su obra sobre los temas relacionados al conflicto armado y las imágenes testigo de la violencia en Colombia. Después del proceso de paz, su trabajo se enfocó en lo étnico, la tradición y el costumbrismo de la región del Guainía.

Pérez pinta con la magia de la selva. La heredó de su padre, un reconocido médico tradicional perteneciente a la etnia sikuani, que ejercía en Puerto Inírida, del que Pérez aprendía mientras le ayudaba a atender a los pacientes y a preparar la medicina de las plantas y el yopoc o pouyo.

Las escenas de sus pinturas son relatos de su abuelo narrados en lengua puinave, así como historias que le cuentan otros ancianos conocedores de la región. Pérez ilustra los relatos que hoy parecen ancestrales, recordando la paz de la selva antes del conflicto o la vida de los nukak makú, lo últimos nómadas de la selva, habitantes del río Guaviare desde el río Inírida.

Su madre, una mujer fuerte que aún carga la leña para el fogón, es modelo de las pinturas de Pérez. Ella representa a todas las mujeres indígenas de distintas etnias de la región – kurripaco, piapoco, kubeo, sikuani, entre otras – que dedican sus días a trabajar en el campo, en el conuco.

Pérez busca compartir con el país y con el mundo los recuerdos de su niñez sobre el mundo mágico de la selva, la vida de los ríos y las tradiciones de los pueblos indígenas del Guainía.

Mural: Ora ajucgre na (Mi selva)

Registro fotográfico: Pablo Rincón Díaz

Ficha técnica

MURAL: Ora ajucgre na (Mi selva)

Pinturas: Moviguriyu napoi oyem iirut wuyutee (Tranquilidad y naturaleza); Nibda Ducjin oyem (Sanguijuela y huérfano); Mucaripon bipinugtee (Cocina y tradición); Muwairiyu mubicacouyu (Fuerza y sabiduría)

Un mural en acrílico y pinturas en óleo sobre lienzo

Mural acrílico: 15m x 3m

Pinturas:118 x 88 cm c/u (2), 60 x 70 cm (1) y 50 x 60 cm (1)

2021 – 2022

Sobre la obra

Según la cosmogonía puinave en los inicios del mundo solo existían cuatro hermanos. Nibda era la única mujer. Uno de los hermanos fue asesinado y de sus huesos nació Ducjin, quien fue criado por su tía Nibda. Con el tiempo, Ducjin se convirtió en héroe creando los montes, los raudales, los peces, las aves, los frutos silvestres. Distribuyó los clanes, estableció las reglas matrimoniales, enseñó rituales, enseñó a los hombres a cazar, a pescar, a cultivar la comida. Un día Ducjin se fue sin dejar los secretos de la siembra ni de todo lo demás.

La obra de Pérez pinta con magia los milagros que dejó el héroe: por un lado, la mujer en la cocina tradicional del Guainía, donde aún preparan la cena con frutos silvestres como la manaca y el ceje –también preparan la yucuta y el moquiao–. Por otro lado, la tranquilidad de la vida en la selva con la mujer tomando manaca y el hijo durmiendo en sus piernas. Por último, el hombre tomando el bejuco, o pouyo –como lo llaman los puinave– para ir al monte. El pouyo fortalece y relaja el cuerpo, además de que conecta al hombre espiritualmente con la madre naturaleza y con sus poderes curativos.

Cada elemento, ornamento, objeto y utensilio pintado en obra de Pérez es en sí una obra de arte de la selva y de la tierra: el tejido del catumare, del canasto, de la envoltura del pescado al cocinar; la pintura en el rostro de la mujer que toma manaca, las plumas sobre el cuerpo del hombre que practica la medicina tradicional, son acciones de belleza que hacen parte del diario vivir de las mujeres y de los hombres de la selva en Colombia, la que hoy busca regresar a la paz de su naturaleza, esperando el regreso de Dujcin, el héroe.